Xesenia junto a Miguel Lorenzana, quien se hizo cargo de ella desde pequeña sin ser su padre biológico.
Los Angeles - Mientras el tema del matrimonio gay sigue en la palestra, tras la declaración del presidente Barack Obama de que personalmente apoya los derechos de las parejas del mismo sexo a casarse, en el país se vive una realidad que va mucho más allá de esta controversia: 2 millones de niños están siendo criados en hogares con padres gay o parejas del mismo sexo. Muchos otros ya son adultos y han crecido en hogares que tienen características similares.
Una cosa son las leyes y otra la vida real. Mientras las leyes de la nación y la opinión hacia ellas van cambiando, la vida sigue, y la realidad es que en todas partes del país es posible encontrar familias con hijos -adoptados o naturales- con una madre o padre gay o una pareja del mismo sexo.
Xesenia Maurice Lorenzana, de 20 años, escucha con poco interés la controversia, pues ella no entiende cual puede ser el problema con esas familias. "A un hijo no le importa si el padre es gay o no, sino si puedes darle amor y apoyo. Esos son los factores más importantes", dice.
"Cuando la gente ve cómo es mi papá y cómo me crió, se queda tranquila, no tiene mucho que criticar al respecto. Ha sido y es un gran papá".
Para Xesenia, Miguel ha sido el mejor papá del mundo, aunque realmente no es su padre biológico porque es desde hace muchos años, el único que se ocupa de su bienestar. "Siempre ha sido mi papá, es como siempre lo he llamado", comenta Xesenia. "A los 11 años él tomó mi custodia, yo quise vivir con él, era mejor para todos. A partir de eso perdí contacto con mi mamá".
Miguel Lorenzana adoptó a Xesenia, la hija de una mujer con la que tenía una estrecha relación de amistad cuando el padre biológico no asumió su paternidad. Con el pasar de los años, la relación de la niña con su madre se tornó difícil y abusiva y ella misma decidió ir a vivir con el que consideraba su único progenitor.
Durante varios años, Xesenia vivió con Miguel y con su expareja Fernando, mejor conocido por la familia como "Bebé". "Con él y con papá tuve una vida muy feliz. Mi papá es un gran hombre de familia, siempre quiso a los niños, siempre está apoyando y siendo mentor de los hijos de sus hermanos y hermanas. Cuando papá y Fernando se separaron, y luego tuvo otra pareja que es la que tiene ahora, también lo recibimos con los brazos abiertos", dice la muchacha.
Xesenia no es lesbiana, aunque siempre que saben que su papá es gay le preguntan eso. "Yo no lo soy, pero tampoco me parecería mal serlo, simplemente no es quien yo soy", apunta.
Uno de los argumentos de quienes se oponen a que las personas gay tengan hijos o los adopten es que pueden influenciar en su sexualidad. Ningún estudio corrobora este temor.
Al escuchar sobre las controversias en torno al matrimonio gay y reflexionar sobre su propia vida, Xesenia explica que "la identidad sexual de mi papá nunca fue relevante. No afectó para nada la forma en que me crió". "Como papá siempre me apoyó, cuando hizo falta me disciplinó para asegurar que yo me portara bien y que me iba bien en la escuela. Al crecer hablábamos de cosas, de los problemas que enfrenta la comunidad gay, del HIV, etc. Creo que mi generación está mucho más preparada para ver esto con naturalidad que generaciones anteriores", afirma.
Los jóvenes aceptan más
Las encuestas corroboran la afirmación de la muchacha. La percepción sobre los derechos que deben tener o no las personas gay, como por ejemplo el matrimonio, es más positiva entre las generaciones más jóvenes.
Según una encuesta de Pew Research Center en 2010, la generación del "Milenio" (los nacidos después de 1980) apoyan el matrimonio gay por un margen de 53% a 39%. Los de la generación X (entre 1965 y 1980), 48% a 43%. De los llamados "baby boomers", nacidos entre 1945 y 1964, sólo 38% apoya estas uniones.
N.J. primero en adopciones
Rosa Galluccio Ortiz, de 29 años, hoy tiene una familia grande formada por padres, abuelos, hermanos, su esposo y tres hijas. La joven sin embargo, pasó buena parte de sus años infantiles en un "hogar de grupo", luego de ser abandonada por su mamá biológica en casa de su abuela y ser objeto de abuso. "Estuve en 6 o 7 hogares diferentes entre los 11 y los 16 años", recuerda Rosa.
Su hermanita Madison estaba en una situación similar hasta que una pareja gay de Nueva Jersey, Jon y Michael Galluccio, le dio un hogar a la pequeña. Eventualmente los Galluccio supieron de la existencia de Rosa y de su interés en mantener contacto con su hermanita y la invitaron a visitarlos.
Inicialmente, Rosa estaba en 'shock' de que se tratara de una pareja de hombres. "¿Están bromeando? Yo estaba en contra, no sabía nada, me parecía mal. Pero luego los conocí y me enamoré de ellos inmediatamente, nos llevamos como si nos conociéramos de toda la vida. Yo tenía 14 años cuando los conocí. A los 16 me mudé con ellos".
Los Galluccio habían sido pareja por años y en los noventa, cuando esto aún no era tan común, decidieron ser padres de crianza de un bebé seropositivo, prematuro y con adicción a las drogas heredada de su mamá al nacer.
Ese bebé, Adam, llevó a los Galluccio a una lucha por adoptar legal y conjuntamente al chico. Y eso convirtió a Nueva Jersey en el primer estado de la nación en permitir las adopciones por parte de parejas gay.
Rosa habla con admiración de sus padres y de la familia que pudo tener luego de que los conoció. No sólo pudo permanecer con Madison, que es su media hermana biológica, sino tener la estructura que tiene una familia normal.
"Me dieron mi primer cuarto propio. Me dieron amor, castigos y estructura, me dieron apoyo y una familia", dice Rosa, quien después les dio a ellos tres nietos. "Ellos me proporcionaron lo que nadie en mi vida me dio", aseguró.
A pesar del aparente final feliz, las cosas siguen sin ser fáciles en una sociedad que aunque ya comienza a aceptar la realidad de las parejas gay y su derecho al matrimonio, aún tiene dudas respecto a su capacidad de ser buenos padres y madres.